jueves, 3 de diciembre de 2009

Pobre, pobre elefante que llora por dentro...



El pobre elefante tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.

Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…**

Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad… condicionados por el recuerdo de «no puedo»… Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón…

JORGE BUCAY



**El pobre elefante ha tratado con todas sus fuerzas restantes -cada vez menos- una y otra vez romper la cadena que le ataba a la estaca, escapar del circo; lo ha intentado durante mucho tiempo, en tantas ocasiones que ya hasta perdió la cuenta. Está tan cansado de tirar, que ya, aunque quiera las fuerzas le fallan, inconscientemente ya no le encuentra sentido a esa demoledora lucha que lo único que hace es recordarle que es un inútil, un débil...

Pero un día el elefante descubre, no sin pocos obstáculos en su camino, la verdad, la única verdad que ha regido su existencia desde el mismo día en que nació, que él no tiene la culpa de que le hayan encadenado desde pequeño, que él no es culpable por no haber podido huír de las ataduras cuando no tenía las suficientes fuerzas ni recursos mientras era un precioso y adorable, maleable elefantito, que él no pudo hacer más de lo que hizo y que eso es ya más que suficiente y por eso está ya pagando y lleva pagando toda su vida.

Un día asimila de verdad, esa verdad que ya intuía hacía mucho tiempo en lo más hondo de su consciencia. Está tan profundamente enterrado en su subconsciente que hace daño, sangra al emerger, al salir a la superficie, pero, a la vez desahoga el alma y rompe barreras invisibles que no sabía ni siquiera que existían; remueve, arrastra, agita toda la putrefacción que el elefante porta en su interior, lo cual es muy doloroso, pero, al mismo tiempo los mecanismos se ponen en marcha, canalizando, encaminando toda esa basura, los residuos más inservibles de su pensamiento hacia los conductos de evacuación, por donde poco a poco abandonaran su organismo. Ya está más cerca. Es el primer paso: la devolución de la esperanza, el comienzo del perdón a uno mismo y a los que le hicieron daño.

Es entonces cuando el elefante está por primera vez, realmente preparado para empezar a deshacerse de sus cadenas, porque ahora sí es lo suficientemente fuerte -hace tiempo que lo es, sólo que ahora lo sabe fervorosa y fehacientemente-. Es la primera vez que se encuentra, de veras, a las puertas de su propia libertad.

Amanda Delgado

4 comentarios:

Mayo-13 dijo...

Se parece un poco al caso de Dumbo, salvo que en su caso su falta de confianza era el problema, y hasta que su amigo le mintió diciéndole que la hoja le haría volar, no creyó poder hacerlo.

En tu caso no ha hecho falta mentirte. Tú sola has descubierto, pequeña elefanta, que puedes volar. Ahora solo tienes que coger carrerilla.

Yo se lo que tu vales, y confío plenamente en lo que solemos hablar. Quiero que tú y yo sigamos en contacto, quiero verte cada fin de semana, y quiero que nuestras vidas sigan entrelazadas, en mayor o menor medida. Y ya sabes, cuando triunfes, te acuerdas de mí un poco.

Te quiero.

Amanda Delrod dijo...

Anda no digas tonterias, cosa bonita! que tú vas a llegar antes al estrellato que yo! ^_^ Pero no quepa duda que cuando "triunfe" me acordaré de ti más que un "poco" y que nos lleve por donde nos lleve la vida quiero sentirte cercano, tal y como ahora, aunque estes en Hollywood y yo en New York!! (que es un vuelo costa a costa de EEUU xDD)

Las almas afines se mantienen juntas más allá del tiempo y el espacio.

Gracias por tus palabras de ánimo, por creer en mí y ayudarme a enfretarme a mis miedos (aunque estoy en la fase 1 xD), gracias por ser tú. Tan valioso para mí.

Love you too

Marta G. Navarro dijo...

Pasa una cosa curiosa con los elefantes, les aterrorizan los ratones y les retienen con minúsculas vallas. Pero eso es porque los ojitos del elefante ven a los ratoncillos como gigantes monstruos y esas vallitas como grandes muros. Y, como le pasa a tu elefantito, ven el mundo así porque no lo han conocido de otra manera, les han enseñado con sangre y fuego que esas barreras no se pueden saltar y que cualquier lindo ratoncito es una bestia horrible que les hará daño.

Pero los elefantes son animales cobardes y se resignan a esa "realidad". Menos tu elefantito, que lo que no sabe es que no es un elefante aunque siempre lo haya creído así. No, en realidad es un bravo e impetuoso caballo capaz de enfrentarse a lo que venga, pero le costará trabajo darse cuenta... Al fin de al cabo, siempre ha vivido como un elefante pero en lugar de rendirse se ha revelado porque dentro de él sabe que se merece ser feliz ;)

Toma ya :P

Amanda Delrod dijo...

Como te comente Imemine, tan profundo tu comentario al respecto de mi reflexión, ya de por sí compleja, que sigo dándole vueltas. Me dejas sin palabras ^^